Actualmente, la sociedad parece estar muy centrada en el consumo, y esto ha provocado una forma de vida en la que se debe trabajar más horas para producir más, para conseguir más dinero para acabar gastando más. Las grandes empresas textiles han creado la necesidad de seguir ciertas modas y tendencias para generar más ingresos, a pesar de que ello impácte de forma negativa en el medio ambiente y en las condiciones de trabajo de millones de personas en el mundo. Fast food, fast fashion, fast living… Todo rápido y ya, al menor precio posible.
Casi la mitad de los 5€ van a parar a la marca y tan solo 0,13€ son para los salarios de las personas que han colaborado en su fabricación.
Esto en cuanto a las condiciones laborales de quienes trabajan en el sector textil pero, ¿qué hay del impacto medioambiental de estas prendas?
La realidad es que las prendas “de nueva temporada” y fabricadas en masa tienen una media de duración de 7 usos, están fabricadas con algodón de mala calidad y contaminan de forma desmedida:
Para frenar los efectos de esta fast fashion, en 2007 nace el concepto de slow fashion en Londres de la mano de la profesora de Diseño y Moda Kate Flecher.Flecher puso nombre a una tendencia que cada vez más personas intentan promover: consumir moda de forma responsable,
sostenible, ecológica, orgánica y respetando los derechos humanos y las condiciones laborales de quienes participan en su fabricación. Así, la slow fashion pretende reducir el impacto del sector de la moda a nivel social, medioambiental y económico:
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